Lucas Pérez nos retrotrae al romanticismo del fútbol.

Si algo sobra en el fútbol moderno es el mercantilismo desmesurado, también la anulación de las individualidades en el perfil de jugador moderno, que busca casi clones. Y como no, un clásico, las decisiones de directivos tan caciquiles unas veces, ( pasando por encima de los profesionales ) como incluso en asuntos lamentables de corrupción como el Barsagate. Todos los que vivimos el fútbol de antaño, el fútbol del barro, del amauterismo total, el fútbol de los jugadores institución de los equipos lo echamos en falta.

Lucas Pérez sin embargo nos ha regalado un túnel en el tiempo con su particular, ejemplar y único ejemplo a esa escala. Renuncia a seguir en Primera, con su equipo ( Cádiz CF), baja dos categorías, paga de su bolsillo la rescisión y pasa a, ganar menos dinero para retornar al Deportivo. El equipo de su tierra, de su ciudad, de su cantera.

Un poco de aire fresco entre tanta tensión y mercantilismo atroz para reivindicar lo auténtico. La afición y el amor a los colores por encima de la fama y el dinero.

Y eso que el fútbol no entiende de gestos, el Depor está a premiado y Lucas sabe que no sólo es un estandarte andante, que también. Debe contribuir con fútbol y goles para materializar el imprescindible ascenso a la Segunda División Nacional.

De momento, ahí va lanzado Lucas junto a los Quiles, Soriano, Mackay, Villares, o Bergantiños entre otros.

Pero en su forma de ser, tranquilo pero seguro de sí mismo, la responsabilidad no es un problema. Es una oportunidad.

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